sábado, 4 de julio de 2015

Vacaciones en Turquía con un niño (comida, pañales, seguridad) capítulo I

Ir a otro país con un niño, sobre todo en menores de dos-tres años, es algo que puede complicarse, afortunadamente la globalización tiene una ventaja y es que en países desarrollados los productos que vamos a necesitar son iguales o casi.
El año pasado íbamos con un miedo, la leche de continuación de nuestra peque; es una niña a la que le costó muchísimo pasar de teta a biberón y encontrar un biberón que le gustase fue una odisea, de hecho, después de probar más de 10 tetinas diferentes sólo admitió una en forma de cereza de un pequeño biberón de cristal que encontramos por pura casualidad gracias a mi madre, que aún ahora con dos años sigue utilizando. Esto dificultó aún más los preparativos ya que teníamos que llevarnos unos cuantos de esos biberones a Turquía porque eran difíciles de encontrar hasta en España, y además, al ser de cristal, había que llevarse los suficientes por si alguno, o algunos, se rompía en el viaje o allí accidentalmente. A esto había que añadirle nuestro temor a que no le gustase la leche en polvo que hubiese allí. Estuve investigando por Internet y mandé a mi concuñada a varios supermercados de allí para decirme qué marcas de leche tenían. Por suerte una era Aptamil que es la Almirón de aquí en España pero con otro nombre. Es una buena leche y muy conocida. El problema es que nuestra peque no tomaba Almirón en España sino Nativa. Así que, con la esperanza de que Aptamil y Almirón supiesen igual, unos quince días antes del viaje empecé a sustituir poco a poco la Nativa por la Almirón (mitad de los cacitos de una marca y mitad de la otra, hasta pasar poco a poco a la nueva pura) para que el cambio de sabor fuera gradual. Tal vez pensareis que es demasiado trabajo y si es así es porque: a) no tenéis niños, b) tenéis la suerte de tener niños poco quisquillosos. Nosotros no podíamos arriesgarnos porque come muy poco y es muy finolis y ya nos faltaba que se negase a tomar la poca leche que bebía porque le encontrase sabor raro. Tenemos que recordar que estamos hablando de una niña que de aquella tenía 15 meses con la que no se puede razonar o dialogar. Este problema tampoco sucedería si aún estuviese dándole el pecho como a mí me hubiese gustado pero, debido al intenso estrés de mi trabajo y la cantidad de horas que pasaba fuera y a pesar de utilizar el sacaleches eléctrico cada vez que podía estando fuera de casa, mi cuerpo dijo "basta" y dejé de producir leche. Si estás dando de mamar cuando viajes eres afortunada porque la leche la llevas contigo y encima es un método maravilloso para evitar el taponamiento de oídos típico de los cambios de presión que se producen en el avión haciendo que tu peque mame en despegue y aterrizaje, además de que les ayuda a calmarse y dormir. Por otro lado, si la estancia en Turquía no es muy larga puedes llevarte en la maleta un bote de la leche en polvo utilizada normalmente, o incluso en una bolsa con zipper y la leche que vayas a necesitar dentro, el problema es que nosotros íbamos a estar un mes y no era plan de llenar la maleta con botes de leche, serían muchos y no queríamos tampoco problemas en aduana o algo así. He de decir que en los aeropuertos respetan mucho los alimentos para bebés y niños, incluido el agua y los potitos que van en el equipaje de mano, pero no sé cómo actuarán si detectan una gran cantidad de algún polvo dentro de una maleta. Con lo que llevas a mano tienen un sistema de seguridad para averiguar si se trata o no de droga: pasan unos papelitos por encima de las bolsitas y los potitos los pasan por una máquina (no sé cómo se llama o en qué consistía) y así sabían lo que había realmente en su interior, es muy rápido. En la mochila llevamos leche suficiente para el viaje y para los primeros tres días para poder comprar leche allí con tranquilidad y hacer de nuevo un cambio gradual por si acaso.
Antes os he nombrado los potitos, yo nunca he estado a favor de ellos porque siempre he pensado que la comida debe ser lo más fresca y natural posible pero era algo a lo que recurrimos de forma desesperada debido a la falta de apetito de la peque y al final se convirtió casi en lo único que comía junto con la leche y la fruta. Por suerte, en aquella época ella ya comía sólidos hacia tiempo y no le hacia ascos a un trozo de pizza casera o a un plátano maduro a bocados, y menos mal porque a pesar de que en Turquía hay varias marcas de potitos idénticas a las que tenemos en España, no así variedad ni sabor. Los potitos de España saben regularcillos pero son comestibles hasta para un adulto, pero en Turquía compramos unos 6 diferentes y ninguno le gustaba, y no la culpo porque estaban verdaderamente asquerosos (doy fe). Muchos de los potitos de allí son estilo sopa mas que puré y con tropezones viscosos; no dudo de que le guste a algún niño, pero no creo que a muchos.
Otro rollo eran los yogures, se que suena raro porque ya sabemos lo que les gusta a los turcos el yogur en la comida, pero no como postre, así que encontrar yogures de sabores al gusto de la niña (no había mucho donde elegir) se convirtió en otro problema, tanto que llegó un momento en el que se negó a probar más. Había mucha comida que le gustaba como el pide, yaprak sarma, köfte, tavuk şiş kebap...pero también mucha que no podía comer fuera de casa por el picante, y además, aunque comía con apetito, se saciaba enseguida.
En resumen, si tu retoño no es muy exigente no hay porqué preocuparse porque allí hay de todo, pero si te sale un bichito como el nuestro tendrás que adaptarte lo mejor que puedas como hicimos nosotros.

Continuará...

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